diumenge, 24 de maig del 2009

Presentació al Club Diario Levante

Ací teniu l'excel·lent article de Marias Tomàs

«Todos los malos de esta novela nos han salido con nombres que empiezan por ´f´»
Andrea Robles presenta «La visita del vent», un relato de corrupción en la costa mediterránea

María Tomás, Valencia
«No sabemos por qué, no ha sido premeditado, así que debemos investigar en el subconsciente qué nos ha pasado para que todos los malos de esta novela lleven un nombre que empiece por F».
Toda una intriga, como corresponde a la novela negra. En este caso, La visita del vent, que Andrea Robles (seudónimo de los valencianos Maite Enrique y Gregori Royo) presentaba en el Club Diario Levante acompañada del escritor Ferran Cremades.Una obra que hace referencia al viento como elemento que, con su fugacidad, convierte el presente en una apariencia frágil donde todo no es lo que parece y el tiempo es compañero de la perplejidad. La que vive el protagonista Jordi Lleonard, un subinspector de la policía que afronta su primer caso con la atribulada conciencia de estar dando tumbos por una realidad que no es de fábula, aunque lo parezca.
Porque en La visita del vent, la muerte de un viejo nazi en una urbanización de Calp desencadena una trama donde el narcotráfico y la corrupción sacan a flote personajes oscuros. Y el círculo se cierra, como predice desde tiempos remotos el Ouroboros, la serpiente que, cerrada sobre sí misma, representa el ciclo del eterno retorno: destrucción y creación.
Y si de creación se trata, ya lo decía Enrique. «La realidad siempre supera la ficción». Y la que ellos relatan está inspirada en una realidad que, día a día, superaba sus fantasías. «Si hablábamos de blanqueo de dinero y negocios urbanísticos, en Marbella explotaba la operación Malaya; si tratábamos la relación entre la extrema derecha y el tráfico de coca nos sorprendía el caso Ynestrillas; si novelábamos la mafia policial nos superaba el caso Coslada y si desvelábamos las conexiones entre los neonazis y las mafias de protección de locales nocturnos, aparecían los ángeles del infierno». La distinción es que su relato se ambienta en la comarca de La Marina, en Valencia o Castelló.
El fenómeno meteorológico que da título al libro es un símil. «El asesino, el criminal, siempre va por delante de la policía y de la sociedad, como el viento», decía Enrique. Aunque en realidad, el título es de un poema de José Iniesta incluido en su poemario Arder en el cántico. Quizá, otra predicción. Así que, cuando empezaron a urdir las tramas se les impuso una realidad de la que no podían huir, ni su inspector inventado, ni ellos mismos como autores. Como relataron Enrique y Royo, después de haber escrito la novela, «el centro Simon Wiesenthal reclamaba una recompensa para quien tuviera una pista de Oliver Haine, el carnicero de Mauthausen escondido en La Marina». Son sólo referencias que siguen con León de Grel el belga, Fredo Marvelli, el matrimonio Herzog o el nazi de Carcaixent, de cuyo asesinato informó este mismo periódico y que fue detonante de su ánimo imaginativo. Royo también mencionaba al oficial de las SS escondido en Dénia, Gerard Bremer. «No hemos encontrado su foto pero sí la de la actual alcaldesa Ana Kringe, y es curioso porque era hija del hombre que llevaba los negocios urbanísticos de Bremer. Ya sabéis que hoy es alcaldesa de Dénia gracias a una moción de censura contra la anterior, Paqui Viciano, por motivos urbanísticos», decían.
Y el círculo se cierra. También ocurrió con los autores. Enrique y Royo presentaban su novela en el Club; el mismo lugar donde, en el 92, les picó la ilusión para dedicarse a la escritura y a «eso de coger trozos de la realidad con los que crear noticias». Era el Master de periodismo de Levante-EMV.
Y así, un no parar de guiños entre lo invisible y lo real. Porque, como decía Cremades, «tenemos tres bautizos». El libro es el primero de Andrea Robles, inaugura una colección de novela negra en Riu Blanc, que deja constancia de la edición «como acto de libertad, una osadía y un ejercicio de responsabilidad». Precisamente, la que envuelve al subinspector Lleonard, un antihéroe frente a su primer caso. Todo un laberinto al que hacía referencia Cremades al connotar la atmósfera asfixiante de la novela «por el miedo a lo imprevisible, la inseguridad que transmiten la falta de justicia y la mafias que derivan hacia los delitos económicos disfrazados de ingeniería financiera y corrupción por todos lados». «El mundo va hacia la desintegración si la mano del hombre y las leyes no ponen remedio», dijo. Quizá por eso Robles ha elegido la novela negra; porque una de sus características es la búsqueda de la verdad; porque permite hacer de la descripción el paisaje del alma y del carácter de los personajes, y de la geografía valenciana saturada de cemento, un relato sobre el estado del cuerpo. Y, sobre todo porque, como la realidad, «el final queda abierto para que el pensamiento disponga más caminos».